Ingravidez [foto: Paco Pascual] |
Estoy en la sala de espera de un hospital y ahora comprendo su definición perfecta, es aquí donde esperamos que nos pronostiquen las dolencias de padecemos, lo que nos puede durar y el remedio.
Me estoy imaginando la vida como una sala de espera de ¿…? y, como aquí, cada persona actúa de una manera. Unos hablan continuamente solo para tener la mente aturdida y no pensar en que les dirán cuando entren a la consulta; otros pasan el tiempo con la cabeza agachada para no mirar a nadie a los ojos y así no demostrar el desasosiego que sienten; otros se entretiene leyendo o escribiendo para convencerse que es el tiempo quien manda en todas las cosas; aunque yo creo que la mayoría, sea cual sea su actitud y vayan o no acompañadas, se sienten solas cuando se cruza el umbral…
Sigo en la sala de espera del hospital, y de la vida… Hace un mes que no escribo y sigo pensando lo mismo. Han pasado como un soplo los treinta días y así seguirán los treinta o cincuenta o ciento años siguientes, el tiempo no tiene medida y ese es el principal motivo para no perderlo. Un ejemplo de esto es lo que me decía mi madre para que cuando quedase con alguien fuese puntual. Me enseñaba que el tiempo es precioso y muy valioso para todos, porque no se puede retener, no se puede comprar, pasa y ya no vuelve; me decía que yo lo podía perder como quisiera, pero no tenía ningún derecho sobre el tiempo de los demás porque no era mio, y no debía ser la causante de que ninguna otra persona lo perdiese por mi culpa.
Así se arraigó la puntualidad en mi persona.
Me estoy imaginando la vida como una sala de espera de ¿…? y, como aquí, cada persona actúa de una manera. Unos hablan continuamente solo para tener la mente aturdida y no pensar en que les dirán cuando entren a la consulta; otros pasan el tiempo con la cabeza agachada para no mirar a nadie a los ojos y así no demostrar el desasosiego que sienten; otros se entretiene leyendo o escribiendo para convencerse que es el tiempo quien manda en todas las cosas; aunque yo creo que la mayoría, sea cual sea su actitud y vayan o no acompañadas, se sienten solas cuando se cruza el umbral…
Sigo en la sala de espera del hospital, y de la vida… Hace un mes que no escribo y sigo pensando lo mismo. Han pasado como un soplo los treinta días y así seguirán los treinta o cincuenta o ciento años siguientes, el tiempo no tiene medida y ese es el principal motivo para no perderlo. Un ejemplo de esto es lo que me decía mi madre para que cuando quedase con alguien fuese puntual. Me enseñaba que el tiempo es precioso y muy valioso para todos, porque no se puede retener, no se puede comprar, pasa y ya no vuelve; me decía que yo lo podía perder como quisiera, pero no tenía ningún derecho sobre el tiempo de los demás porque no era mio, y no debía ser la causante de que ninguna otra persona lo perdiese por mi culpa.
Así se arraigó la puntualidad en mi persona.