martes, 30 de junio de 2015

Madre

Por Chelo Payá

Hoy hemos ido a acompañar a una amiga por el fallecimiento de su madre. Hemos estado con ella en su última despedida. Hacía tiempo que no estaba en una celebración religiosa y me ha llamado la atención que el evangelio fuera el mismo de la última vez: “Los discípulos de Emaús”. Era como si esos discípulos me dijeran a mí que esté más pendiente de quien está a mi lado, de intentar conocer más a los que tengo a mi alrededor, por lo menos a comprenderlos.

Primor  [foto: Paco Pascual]
Estaba muy atenta, siempre lo he estado… ¡bueno, siempre no!, yo también he pasado el proceso que siguen los que van  a la Iglesia:

   - Estar sentada hablando sin parar con quien está al lado.

   - Estar molesta si, delante o detrás, no dejan de hablar

   - Estar respetuosa y comprensiva con lo que hacen los demás sin darle mayor importancia.

Estaba allí recogida, y por un momento pensé en cuando mi madre murió, y en lo que sentí. Miraba a mi amiga y presentía que su corazón se desgarraba como el mío aquel día.

Viví con ella cuarenta y ocho años y hasta ese día no sentí como se rompía, de verdad, mi cordón umbilical. No se cortó el día de mi nacimiento, sino el día de su muerte. Mirándola me di cuenta que nos unía algo más importante que el vínculo madre-hija.

No solo estuve dentro de ella nueve meses. Solo me relaja pensar que sigo allí.

miércoles, 17 de junio de 2015

Merienda

Por Chelo Payá

Hoy he estado con todos mis hijos, nuera y yernos incluidos, en una celebración y me he dado cuenta que ya no aprenden ellos de mi —o igual sí—, sino lo contrario. Estar con ellos en plan coloquial, tranquilo, es todo un mundo para explorar, se aprende como van cambiando las generaciones y cómo nos enseñan a vivir de manera diferente.

Sin casi darse cuenta hablan de su niñez, de todos sus sinsabores, de sus alegrías, de todo lo vivido juntos, de la íntima comunión que hay entre hermanos, y me hace muy feliz notar que no se ha engendrado ningún rencor, ninguna incomodidad, todo es equilibrio entre ellos. Y es de esto de lo que hoy estoy reflexionando, de que si trabajan la cordialidad cada uno en su casa, al final, como en la música, habrá una armonía perfecta.

Vigía  [foto: Paco Pascual]
Estaban hablando conmigo como si no fuera a pasar nunca nada, como si las enfermedades no tuvieran poder sobre mí, y les hice pensar que sus ojos y su corazón siempre me verán como una madre, todavía llena de vida, con proyectos, ayudando en lo que puedo como cuando eran niños, pero que no se dan cuenta que para sus hijos soy la “iaia”, una persona que ya no se agacha con facilidad a recoger las cosas, que va más despacio por la calle, que necesita más tiempo para hacer sus tareas y que, en contadas ocasiones, se mezcla en sus juegos como no sea cuando hacen puzzles.

Fue un tarde deliciosa. Me dieron una lección de vida, cada uno idéntico a cómo eran de pequeños. Me hicieron saborear todo lo bueno en mí y, con el paso de los años, me están demostrando lo que yo siempre he dicho, que son mis tres obras maestras, lo mejor que he tenido en el mundo.