viernes, 29 de mayo de 2015

Diciembre

Por Chelo Payá 

He estado casi una semana sin escribir, creía que al igual que mi persona cambiarían mis ideas, pero me doy cuenta de que sigo siendo yo.  “Con o sin” nada tiene tanta importancia como seguir viva, sentir emociones, volver a ver el sol, querer ser útil y, como cualquier ser humano, vanagloriarse de que aún hacemos falta a muchas de las personas que nos rodean.

Cuando vives unos días en un hospital te das cuenta que aquél es un mundo aparte y se desarrollan cantidad de sentimientos; allí se tiene que ceder; se dispone de tiempo para pensar, para valorar, para ir puliendo tu interior y para saber pedir perdón cuando se falla. Se hacen amistades que no creías que pudieran ser; te admiten tal como eres en estos momentos y vuelves a sentirte feliz dentro de todos los pesares.

Olas  [foto: Paco Pascual]
En mi cuerpo siento un tropiezo que tengo que volver a superar, sé que no quedaré como antes, y esta vez la recuperación me asusta más;  sé que será más evidente a los ojos de los demás, pero pienso que en el día a día será más fácil de lo que lo es, ahora, imaginándolo.

Mi presentimiento se ha convertido en realidad, cuando hoy me han dicho el proceso que debo seguir para mi enfermedad, la que se ha desmoronado ha sido mi hija que me ha acompañado, no daba crédito a lo que estaba escuchando; también sé que los otros dos, sin estar presentes, en silencio, en la distancia, estaban conmigo, he notado su tristeza en mi corazón; en esos momentos los tres estaban conectados, ¡eran uno!

Ahora es el momento de poner la máquina en marcha, esa máquina invisible que nos hace pensar en positivo mientras respiramos. No sé si lo sabré hacer, algún botón se me olvidará apretar.

Voy a pensar, reflexionar, comprender y asimilar hasta la saciedad, que estamos de paso en este mundo y que en el momento menos esperado deberemos vivir nuestra última hora.

martes, 12 de mayo de 2015

Resignación

Por Chelo Payá

Ya estoy ingresada. Estoy sola en el trozo de habitación que me corresponde; ya se ha marchado mi marido, tiene que venir pronto mañana porque voy a ser la primera a la que operen; es una suerte, no me va a dar tiempo a nada.

Quietud  [foto: Paco Pascual]
Esta tarde cuando lo preparaba todo, lo que tenía que llevarme y lo que no, sin quererlo he hecho balance y ya no hay nada negativo. Como hace dos años, en la otra operación, me he despedido de todas las vecinas y llevo conmigo el montón de cariño que tenían reservado para mí.     He hecho lo que tenía que hacer hasta el último minuto. El trabajo final ha sido mi favorito, el ir al colegio a recoger a mi nieto y acompañarlo a su clase de música, darle la merienda por la calle y mirarlo, hablarle, escuchar y aprender del más pequeño que tengo, aunque este título en tan solo quince días se le habrá escapado ya que llega otro nieto que será mi cuarta bendición. Cuando los médicos decidieron operarme solo lo sentí por tener que dejar de ocuparme  de él, está en casa desde los cuatro meses y ha sido el trabajo que más me ha gustado realizar y el que me ha dado mayor satisfacción. Me entristeció tanto que lo comenté con una amiga, está me animó diciéndome que aunque tuviese que comer unos días en el colegio no tenía de que preocuparme, porque para él tampoco sería un tropiezo muy grande, solo algo inesperado como lo ha sido para todos.

Al salir de casa me ha gustado que el “tiempo” supiese donde me iba. Estaba nublado, el cielo quería llorar pero solo han sido unas gotitas como lágrimas de despedida…, él me ha dado un ejemplo de fortaleza. Me gustan estos días grises, tristes; había montones de hojas en las aceras y en los rincones verdaderas montañas y se percibía un olor especial,  todo invitaba a pasear. A mi nieto le gusta pisar la hojarasca y oír ese ruido seco, pero dulce y agradable a los oídos.

Ya me voy a meter en la cama, seguro que mañana no escribo, veremos cuando lo hago. ¡Suerte!

domingo, 3 de mayo de 2015

Miedo

Por Chelo Payá

Estoy retrocediendo en todo lo que he ido afirmando.

Multicolor  [foto: Paco Pascual]
Hoy tengo una soledad y una tristeza inmensas, en mi cuerpo y en mi alma. Se me nubla todo, no sé qué hacer; mi cabeza solo piensa en lo que voy a abandonar y ya no tendré más; toda la vida ha estado conmigo y aunque mi figura, por la edad, cambie a menos, nunca pensé que la mutilarían. ¡Me da miedo!, ese miedo frio que atenaza todas las articulaciones de mi persona. 

Estoy en el hospital donde me están haciendo pruebas y no sé de dónde sacar fuerzas, no sé cómo aferrarme a la vida para que todos me vean igual como he sido siempre; si me desmorono me llevo por delante a mis hijos y a cantidad de personas, pero la verdad es que no puedo más, estoy al límite.

Estos días prefiero estar sola, solo así puedo llorar y hay muchos momentos que lo necesito. Me están poniendo a prueba y ahora, y solo ahora, sé que hay súper-personas y otras que somos más débiles. Reflexionando me doy cuenta de cómo soy y no sé qué opción escoger, la de seguir afrontándolo todo o la de meter la cabeza en mi caparazón y no sacarla ni para lo bueno ni para lo malo.

En la vida, si las cosas te vienen de improviso como a mí ahora, es casi mejor, porque aunque parezcamos fuertes retrocedemos siempre ante el sufrimiento. Y doy gracias por ser yo la que estoy en esta situación y no mis hijos y nietos, porque seguro que estaría en peores condiciones.