La nostra benvolguda Chelín ha estat guardonada pel seu conte de Nadal, també enguany i per segona vegada en el mateix concurs. La més sincera enhorabona en primer lloc i el nostre ànim, ferm i encoratjador, per a que continue fent allò que fa tant bé: descriure el que els altres no sabem, mostrar-nos la seua ànima i fer-nos partíceps de les seues sensacions, sentiments i vivències, ajudant-nos així a esbrinar les nostres. Ojalà siga només l'inici d'una llarga llista de reconeixements. Gràcies Chelín!
Bon Nadal a tots!
LA ESTRELLA
Cuento de Navidad 2015
Chelo Payá
Ahora que ya soy mayor, muy mayor, contaré la historia de una niña que siempre se ha dejado guiar por una estrella. Era una niña privilegiada, era querida.
Ahora que ya soy mayor, muy mayor, contaré la historia de una niña que siempre se ha dejado guiar por una estrella. Era una niña privilegiada, era querida.
Empezó a ir al colegio a los cuatro años de edad y aunque ya había vivido tres navidades, en ese momento fue donde empezó a saber del Nacimiento de Jesús, y también de cómo una Estrella había guiado de igual forma a los pastores, que eran los más sencillos, y a los Reyes Magos quienes, por aquel tiempo, eran los más poderosos. ¡Todos llegaron al mismo sitio!..., como todos en este mundo que tenemos un mismo fin. Esa confianza al seguirla la cautivó toda la vida.
Pero ahora, volvamos a su infancia.
La "Estrella" en 1961 |
Vivía en un pueblo donde la Navidad estaba muy marcada. Las familias ese día, el día de Navidad, se reunían alrededor de la mesa, más o menos llena de alimentos, pero siempre llena de mucho amor. Aunque su máxima ilusión era la Cabalgata de los Reyes Magos, la fascinaba, la soñaba días enteros, cuando iba con sus padres, no era para buscar a Melchor, a Gaspar, ni tampoco a Baltasar, la niña solo tenía ojos para la Estrella que era llevada por un batidor que subía y bajaba por la calle encabezando la Cabalgata. A Ella, y a solo a Ella, la niña miraba.
Era a Ella a quien, con el corazón encogido por la emoción, pedía sus deseos; era la única que podía conseguir todo lo que soñaba justo igual que en tiempos pasados, concretamente en aquella noche mágica donde, gracias a la confianza depositada en Ella, todos aquellos que la siguieron pudieron adorar al Rey de los Cielos.
Y así cada año esa niña, esa joven, esa mujer, cada cinco de enero se dejaba llevar por su imaginación y era feliz.
Cuando era pequeña le pedía juguetes, regalos… sin apenas darse cuenta, pedía sueños, ilusiones imaginarias, anhelos de vida, tesoros que solo existían en su cabeza. Cada año se renovaban sus deseos y sin apenas notarlo ya pedía, a su Estrella, ser una buena madre para que sus niños fueran eso: “solo niños”, con todo lo que conlleva una infancia feliz, es decir, sentirse querido al máximo, almacenar recuerdos muy dulces para que se instalen tan hondo en el corazón que hasta que no deje de latir no puedan salir de allí.
Y ahora en los años más alicaídos de su vida, “esa eterna niña” aún no ha dejado de verla, sigue soñando en los días que le quedan para volver en un instante a su infancia, a la inocencia, en una palabra… a la felicidad.
La niña no será nunca una estrella pero eso sí, dentro de millones y millones de años, formará parte de polvo de estrellas.
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