lunes, 8 de abril de 2013

Una semana de mi vida

Por Chelín Payá

28 febrero
Esta tarde, medio adormilada en casa, no dejaba de pensar que a la vida, cuando crees que te pertenece entera, no es que no le demos valor es que nunca le damos el suficiente.

Chelín Payá en la comida de Música+Natura 2012
[foto: Rafa Silvestre]
Estoy ingresada. Mañana me operan de la cadera y desde que me lo dijeron siento que las horas se escapan sin poder retenerlas. El tiempo es inescrutable. Mañana ya habrán pasado estas reflexiones — ¡tendré otras!—, pero hoy, cuando he salido de casa, tenía una congoja que todavía no se me ha pasado. Se ha quedado todo perfecto pero sin mí; quería que algo me llamara la atención — ¡no te vayas! — pero no, soy una cosa más, con otra materia, pero igual. Cuando en la casa se rompe algo esto es lo único que desaparece, lo demás no.

Siempre que me ocurre algo se me amontonan emociones que ni puedo ni quiero evitar. Me encuentro desbordada. Todos lo lamentan —familia, amigos, vecinos, gente que sólo me conoce de verme en la calle—, y aunque la vanagloria me asusta, ahora la tengo.

1 marzo
Son las diez de la noche y ya ha pasado todo, aunque matizaría que solo lo fácil, lo que no estaba en mis manos. Ahora es cuando lo complicado se me pega sin soltarme ni un segundo. Tendré que cambiar de hábitos aún sin querer.

2 marzo
Estoy encamada. No debo moverme y ni en broma levanto los párpados. Noto la pierna como un tronco pero no tengo dolor, es otra sensación diferente. Estoy contenta porque creo que, con ayuda de todos, lo voy a superar.

3 marzo
¿Por qué será que esté dónde esté no me siento nunca sola?

4 marzo
Hoy hace 38 años también estaba en la residencia, pero por un motivo muy dulce —no hace falta decir cual—. Todo va pasando a una velocidad vertiginosa, igual me corría el tiempo para entrar que me corre para salir.

Siempre crees que lo sabes todo, que nada te puede sorprender, y cada segundo que se vive puede cambiar tu vida, a mejor. El corazón se llena de emociones nuevas y la mente de recuerdos que ya no se separarán de ti. En estos momentos tan difíciles y decisivos te das cuenta que la vida te recompensa aún sin merecerlo, que sin hacer nada todo llega.

5 marzo 
Todo va por buen camino. Me voy recuperando y mi persona va admitiendo los cambios. Me dicen cosas preciosas, me animan y estoy flotando. No se si llegaré a ponerme a tono con todos a los que debo tantos favores.

6 marzo
Creo que es la última noche que voy a pasar aquí. No pensé que me iría tan pronto a casa.

He de dar gracias y pensar como retener en mi mente todo lo que quiero conseguir. Mi meta es volver a hacer la vida que hacía, y para eso he de estar tranquila y obedecer todo lo que se me diga —acatarlo, por mi bien—, aunque esto haga el tiempo más largo.

7 marzo 
Llegó la hora de enfrentarme a mi misma. Ya me están arreglando las cosas para irme a casa y, si he de ser sincera, estoy igual de asustada que el día que salí de ella, pero también he de decir que he madurado más de lo que nunca pensé, que podré ayudar con mis experiencias a los “míos”, que cada día son más.

Estas reflexiones las hago porque no quiero que se queden en mi interior y por si hay alguien que las quiera compartir.

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