Por Chelín Payá
En clase de Historia de la Música (parte II) oímos el Salmo CXXX. A medida que iba sonando yo escribía sin poder parar. ¡Me emocioné! Al llegar a casa cogí la Biblia y lo leí, dándome cuenta que mis sensaciones estaban relacionadas con lo escrito en el mismo. Es un salmo en el que se pide clemencia y a mí se me desbordaron todas las inquietudes y debilidades oyendo la música.
A medida que transcurren los años voy haciendo cosas inimaginables en años anteriores. Es como que materializo lo espiritual y a la vez tengo una vida interior plena, más elevada de lo que yo pudiera esperar.
Lo que deseo expresar es que de cara al exterior soy una persona corriente, más pequeña (poca cosa) que la mayoría, pero cada día que pasa vivo más en mi, me comprendo y me disculpo, y es entonces, sólo entonces, cuando verdaderamente comprendo y soy más condescendiente con los demás.
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