domingo, 2 de junio de 2013

Salmo CXXX

Por Chelín Payá  

En clase de Historia de la Música (parte II) oímos el Salmo CXXX. A medida que iba sonando yo escribía sin poder parar. ¡Me emocioné! Al llegar a casa cogí la Biblia y lo leí, dándome cuenta que mis sensaciones estaban relacionadas con lo escrito en el mismo. Es un salmo en el que se pide clemencia y a mí se me desbordaron todas las inquietudes y debilidades oyendo la música. 

En mi vida hay contradicciones tan profundas que ni yo misma sé de donde salen. En un momento puedo separar alma y cuerpo, al igual que se separan vida y muerte. Me estoy refiriendo a que hay ocasiones en las que mis pensamientos no sé si son generados por una negación total a ser como desearía ser, o por sentir vergüenza de lo que puedo llegar a pensar o hacer. 

A medida que transcurren los años voy haciendo cosas inimaginables en años anteriores. Es como que materializo lo espiritual y a la vez tengo una vida interior plena, más elevada de lo que yo pudiera esperar. 

Lo que deseo expresar es que de cara al exterior soy una persona corriente, más pequeña (poca cosa) que la mayoría, pero cada día que pasa vivo más en mi, me comprendo y me disculpo, y es entonces, sólo entonces, cuando verdaderamente comprendo y soy más condescendiente con los demás.

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