jueves, 20 de febrero de 2014

Soledad

Por Chelo Payá

Horizonte  [foto: Paco Pascual]
Hoy miro el papel como a un amigo al que necesito decirle cosas que alberga mi corazón. Es el único que me entiende, que no me pide explicaciones y con el que me tranquilizo, porque aunque haga borrones, lo raye, lo arrugue, lo rompa…, sigo escribiendo y el me mira fascinado, sin defraudarme.

Cada día mis paseos se reducen, y pienso que aunque no vea las cosas que antes me hacían soñar, ellas siguen estando en el mismo sitio, continúan siendo importantes para muchas personas, y solo si reflexionas te das cuenta de que es tu vida la que cambia, lo demás no.

Nuestra vida es como una motita de polvo en el mundo que sólo es significativa para los que viven a nuestro alrededor, el resto no la perciben.

Cuando creo que comienzo a entender la vida me doy cuenta de mi soledad, y en el fondo de mi ser siento que lo más trascendente lo he hecho y lo haré sola: el momento de nacer y el momento de morir. En el primero mi madre de ayudo, y sé que lo hará en el segundo.

No estoy triste, solo pensativa, y necesito decir lo que siento.

Veo un horizonte precioso y me gusta recrearme el él. Sueño que voy corriendo para alcanzarlo aunque se que la meta es difícil, porque  siempre hay otro que me deslumbra y me atrae, y al que… ¡tampoco lograré alcanzar!

Aun así, no dejaré de soñar y de correr.

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