jueves, 30 de octubre de 2014

Recordar

Por Chelo Payá

Esta semana tuve la visita de unos primos. Hacía mucho tiempo que no los veía y me alegre tanto que sin pretenderlo volví a mi juventud, y ahí es donde mis recuerdos me abruman hasta tal extremo que los vuelvo a revivir casi sin darme cuenta.

Esplendor   [foto: Paco Pascual]
Tenía tanta ilusión por recordar que comencé a sacar de un baúl — donde lo tengo todo guardado— fotografías, música maravillosa, y volvieron a aflorar en mi cabeza años de mi vida que creía que estaban olvidados. He de decir que mi vida no la cambiaría por ninguna. He sido muy feliz gracias a los que me rodeaban y me rodean ahora, ¡soy una privilegiada!

Igualmente, arreglando en casa estanterías, cajones, y rompiendo papeles (trabajo de verano), encontré la carta de un amigo. Creo que es ahora, a los catorce años de recibirla y leerla detenidamente, cuando la he comprendido. El encabezamiento ya me ha gustado: “Benvolguda Xelo”, y los tres folios escritos son una maravilla, y de gran intensidad. En ella me explica el porqué puede una persona cambiar de pensamientos varias veces en su vida (no solo una). Acaba la carta incluyendo los dos últimos párrafos de un libro que se compró para aclarar ideas y solucionar dudas y, ahora, al cabo de los años me las han aclarado a mi. Lo veo todo de manera diferente.

Voy a enseñarme a mirar la vida como en esas postales de vistas panorámicas en las que se ve todo muy pequeñito, para así poder detectar, con más facilidad, donde está todo lo que me sobra y también lo que me falta.

Puede que haya sido una tontería escribir esto, pero a través de esta carta me he dado cuenta de que todo lo que se escribe, aunque se guarde y creamos que no tiene importancia, pasado el tiempo alguien lo leerá y posiblemente le podrá ayudar.

martes, 14 de octubre de 2014

Otoño

Por Chelo Payá

Despedida   [foto: Paco Pascual]
Faltan pocos días para que de inicio el otoño. Es mi estación preferida, en ella me encuentro a mi misma, todo me parece fácil y a todo le veo solución.

El otoño, para mi, es esa sensación de recogimiento, esos árboles tan desnudos, esas tormentas inesperadas que te mojan el cuerpo y el alma, ¡siempre me han gustado! hasta tal extremo que salgo al balcón para recibir más de cerca esa percepción de humedad en toda mi persona; es oír el enfado y la voz de las nubes con sus truenos atronadores y mirar como se enciende la Naturaleza con llamaradas que nadie en este mundo puede evitar; es oír lamentaciones por despedir un verano que no es para todos tan divertido; es saber saborear la calidez del hogar cuando cerramos las ventanas, esas que han estado muchos meses de par en par; es ver como los colores cambian en el paisaje y en tu vida, y mentalmente estas preparando trabajos, y creado obligaciones para que al llegar el invierno no nos derrumbe un abatimiento que no sepamos superar.

A cualquier edad es tiempo de cambios.  Pequeños y mayores comienzan a ir a los colegios, y todo es ilusión por volver con los amigos y recuperar lo que, en años anteriores, nos hizo felices, defendiendo nuestro espacio y nuestras ideas con un cartel muy grande de: “Prohibido el paso” (respetando, sin dudarlo, el de los demás).

En los figurines de alta costura la moda la centran en primavera-verano y otoño-invierno. Creo que ahora me gusta más otoño-invierno porque me identifico con mi edad cronológica.

jueves, 2 de octubre de 2014

Lluvia..., niebla

Por Chelo Payá

Hoy he subido al autobús y la conversación conjunta era:

— Qué no llueve. Qué está todo seco. Qué esto no puede ser.

Como si diciéndolo se pudiera solucionar. Yo miraba los árboles que llenaban el paisaje y los veía tristes pero tranquilos, mirando al cielo pero no impacientes; en su pesar no están solos, saben con certeza que en el momento menos esperado sus hojas y sus raíces volverán a ser regadas, la tierra donde está su alimento será empapada por un agua abundante, y otra vez se sentirán acariciados y saciados por la vida.

Gala   [foto: Paco Pascual]
Haciendo esta reflexión, pensaba que me gustaría reaccionar como ellos en situaciones adversas, tener esa confianza plena en algo que no está en mis manos y, también, sentir la seguridad que mi interior será inamovible aunque pase tiempo sin alimento.

Mientras estemos aquí, en el mundo, hemos de adaptarnos a la situación en que nos encontremos, tratar de que nadie se interponga en conseguir nuestra felicidad y defender los sitios, por pequeños que sean, donde encontramos paz, solo así  podremos, como hacen los árboles, esperar con
paciencia tiempos mejores y, como ellos, tener el convencimiento que también nos sentiremos, en algún momento, llenos de vida.

No se si sabré explicar bien una idea que tengo en la cabeza sobre la niebla, en mi mente la tengo clara, pero al intentar escribirla no encuentro las palabras justas. Voy a intentarlo.

Cuando nos dirigimos a un sitio concreto y vamos en coche o andando, sea en carretera, en el campo, en un paseo y nos sorprende la niebla, una niebla densa, seguimos avanzando y la cruzamos sin asustarnos, sin preocuparnos como saldremos de ella, sin pensar, tampoco, que habrá al otro lado, porque si lo sabemos y vamos muy decididos hasta llegar al destino. Pienso que hay veces que se nos nubla la mente y todo nos asusta si no controlamos las situaciones, aunque sepamos como van a terminar, pero vamos como aturdidos y no actuamos con la misma seguridad ni con la decisión tan firme como en lo material ¡y no sé el porqué!