Esta semana tuve la visita de unos primos. Hacía mucho tiempo que no los veía y me alegre tanto que sin pretenderlo volví a mi juventud, y ahí es donde mis recuerdos me abruman hasta tal extremo que los vuelvo a revivir casi sin darme cuenta.
Esplendor [foto: Paco Pascual] |
Tenía tanta ilusión por recordar que comencé a sacar de un baúl — donde lo tengo todo guardado— fotografías, música maravillosa, y volvieron a aflorar en mi cabeza años de mi vida que creía que estaban olvidados. He de decir que mi vida no la cambiaría por ninguna. He sido muy feliz gracias a los que me rodeaban y me rodean ahora, ¡soy una privilegiada!
Igualmente, arreglando en casa estanterías, cajones, y rompiendo papeles (trabajo de verano), encontré la carta de un amigo. Creo que es ahora, a los catorce años de recibirla y leerla detenidamente, cuando la he comprendido. El encabezamiento ya me ha gustado: “Benvolguda Xelo”, y los tres folios escritos son una maravilla, y de gran intensidad. En ella me explica el porqué puede una persona cambiar de pensamientos varias veces en su vida (no solo una). Acaba la carta incluyendo los dos últimos párrafos de un libro que se compró para aclarar ideas y solucionar dudas y, ahora, al cabo de los años me las han aclarado a mi. Lo veo todo de manera diferente.
Voy a enseñarme a mirar la vida como en esas postales de vistas panorámicas en las que se ve todo muy pequeñito, para así poder detectar, con más facilidad, donde está todo lo que me sobra y también lo que me falta.
Puede que haya sido una tontería escribir esto, pero a través de esta carta me he dado cuenta de que todo lo que se escribe, aunque se guarde y creamos que no tiene importancia, pasado el tiempo alguien lo leerá y posiblemente le podrá ayudar.
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