martes, 7 de febrero de 2012

Navidad, tiempo de nostalgia

Por Chelo Muntó

Siempre me ha gustado la Navidad, y el ambiente mágico que la rodea me ha hecho sentir que estos días son diferentes al resto del año. En mi infancia era todo muy diferente, más sencillo, eran tiempos de dificultades enormes. No había adornos en las calles, ni en las casas, ni árboles de navidad, el tema central era el nacimiento del Niño, que es al fin y al cabo es lo que motiva la fiesta.

La primera señal de la Navidad la daban los belenes, que se exponían en los pequeños escaparates de El Globo y Casa Botí; los niños los mirábamos encantados, pensando que figurita compraríamos para ampliar nuestro belén particular.

A medida que se acercaba la Nochebuena, el ambiente estaba en los tenderetes con matracas y zambombas adornadas con tiras de papel de colores. También daban colorido a las calles los ganados de pavos, con su canto característico, camino del mercado. Entonces los pavos y gallinas se compraban vivos. En mi casa se mataba el pavo la tarde de Nochebuena, se pelaba y troceaba, todo un espectáculo que a mí me hacía disfrutar, ¡qué habilidad tenía mi abuela para estos menesteres!; todo era laborioso, pero era tan dispuesta que, un plis-plas, la cocina estaba otra vez en orden; me entusiasmaba verla y la admiraba, porque sabía el nombre de todas las vísceras del animal y lo comentaba como si de una clase de disección se tratara. Era un día de jaleo que ya había sido precedido de muchos otros de elaboran pastas, llevarlas a cocer al horno, recogerlas, probarlas y esperar algún descuido para coger alguna más.

Y qué decir de los días que precedían la llegada de los reyes; recuerdo que pregunté:

- ¿Cuándo vendrán los reyes?

Mi padre me dijo:

- Mañana no, el otro tampoco… el otro.

Me pareció una eternidad. ¡Qué lentos eran los días entonces! Y ese decirte que había que portarse bien, que los reyes lo veían todo, ¡qué nervios! Mi abuelo me decía:

- Cuando abro el taller por las mañana, veo a los Magos que suben al cielo volando.

¡Era demasiado!... ya no cabía más fantasía en mi cabeza.

Es curioso como estas vivencias no se olvidan, quedan grabadas, y cada año al volver la Navidad la nostalgia fluye, haciendo que viva de nuevo aquellos años felices de la infancia.

[foto: Rafa Silvestre]

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