martes, 7 de enero de 2014

"La música une y libera"

Por Laura Botella 

Aún parece que se perciban los sones de las campanadas de la noche del 31 de diciembre. En el ánimo de muchísimas personas está la cita televisiva del Concierto de Año Nuevo. Llegada la hora, y ya frente el televisor, comienza el espectáculo. Tan solo con el saludo del locutor, los sentidos se ponen en marcha. La vista goza de la arquitectura del edificio, de las lámparas que de tanto brillo deslumbran, del arreglo floral que bien merece ser tratado de arte. Con que sutileza están colocadas las flores, con distintos matices de un mismo color, que hasta parece que se percibe su perfume. El presentador, con una voz muy bien modulada, anuncia la obra a interpretar. Con los primeros compases parece que, desde la partitura, todas las notas con sus alteraciones (bemoles, sostenidos), ligaduras y otras anotaciones, se trasladen hasta tu piel. Llega el escalofrío y de repente te desplazas al más pequeño de los rincones disfrutando de las páginas célebres de los Strauss y demás compositores que van sonando. El oído también se deleita con el sonido de cada uno de los instrumentos.

En el descanso, las cámaras ofrecen un recorrido por los exteriores que resulta tan gratificante como relajante. Los prados verdes, las montañas que parece que tocan el cielo, los ríos que, con su murmullo, obsequian su melodía.

Durante la segunda parte todo es más rápido, la “maquinaria”, disponiendo ya del rodaje del inicio, entra en situación de inmediato. Cuando alguna de las obras está acompañada por los bailarines, aflora otro sentimiento: ¿cómo pueden moverse con esa agilidad?

Llegado el final del concierto, que me sabe a poco, viene a mi mente la cita  de Mandela:

“LA MÚSICA UNE Y LIBERA”

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