viernes, 31 de julio de 2015

Ideas

Por Chelo Payá

Confluencia   [foto: Paco Pascual]
Cada día me cuesta más desarrollar ideas, y es que cuando dejas de hacer cosas se tarda más en volver a los buenos hábitos. Ahora que se me han ocurrido algunas las voy a escribir.

Hoy hemos estado muchos compañeros —no solo los del coro— en una convivencia, en Moraira. Ha sido todo diferente a lo que hago cada día y estoy un poco emocionada y sensible.

El coro, el nuestro, ¡el mío!, hemos cantado cuatro canciones y al comienzo de cada una de ellas nuestro director nos ha dado la nota. ¡Con una sola nota!, solo eso, ya se transmite lo bello, esa delicadeza que existe en la música y que es la que hace gozar los cinco sentidos a la vez. En estos momentos de mi vida estoy descubriendo la cantidad de maravillas que hay en el mundo,  que cuando se meten en el corazón se manifiesta lo felices que podemos ser. En los últimos conciertos he encontrado, en cosas sencillas, como se puede ser mejor.

Hasta aquí la referencia a la jornada cultural, ahora voy con algo más que necesito contar.

En clase, Paco Picó dijo una cosa que  me pareció sería perfecta si la acoplase a mi vida.

En París, al final de cada calle hay un monumento, como colofón, para deleitar la visión. A mí me pareció precioso pensar en que al final de mi vida que no haya un monumento, precisamente, pero sí el saber vivir para que el recuerdo sea tranquilo, tierno, apacible, reposado… También me gustó pensar que al final, no necesariamente la muerte, los últimos años de estar en este mundo fueran bellos para ser ejemplo de serenidad y sosiego a los que comienzan la vida, pues —también se dijo en la clase— que lo que nosotros vemos como final de nuestra ciudad es el comienzo para los que llegan a ella, y por eso no se debe descuidar en nada…, nada.

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