¡Bravo iaio!
Al niño le salió del alma cuando, terminados los aplausos después de una de las canciones, se hizo el silencio para continuar la audición del concierto. Este “grito de guerra” fue acogido con sonrisas y aplausos por parte de todos. Estábamos en el encuentro de coros senior de las universidades politécnicas de València, Palma de Mallorca y Alcoi.
Al niño le salió del alma cuando, terminados los aplausos después de una de las canciones, se hizo el silencio para continuar la audición del concierto. Este “grito de guerra” fue acogido con sonrisas y aplausos por parte de todos. Estábamos en el encuentro de coros senior de las universidades politécnicas de València, Palma de Mallorca y Alcoi.
Este nieto exultante, feliz y completamente entregado a lo que su abuelo estaba haciendo, me trasladó, por unos instantes, a mi infancia, haciéndome recordar momentos inolvidables vividos con mis abuelos.
Miramos a nuestros abuelos desde la admiración que nos produce el sentir que, a diferencia de lo que ocurre con los padres -que nos quieren sin ninguna reserva, pero que andan muy ocupados-, éstos también hacen muchas cosas, que disfrutan y que comparten con nosotros abiertamente.
¡Ahora soy abuelo! y siento que serlo es uno de los grandes regalos que la vida nos ofrece. También siento que la admiración, mencionada anteriormente, es mutua: los nietos lo hacen porque les ofrecemos todo lo que somos, sin reservas; los abuelos lo hacemos porque nos dan todo lo que son, sin ninguna limitación.
[foto: Rafael Silvestre]
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