Por Laura Botella
Hoy es el último día para participar en la propuesta de la Asociación Senior. No lo he podido hacer antes. No se si son mis circunstancias personales o todo lo que nos envuelve, que me siento abotargada, espesa. No se si podré enlazar palabras que tengan cierta coherencia.
Hoy es el último día para participar en la propuesta de la Asociación Senior. No lo he podido hacer antes. No se si son mis circunstancias personales o todo lo que nos envuelve, que me siento abotargada, espesa. No se si podré enlazar palabras que tengan cierta coherencia.
Nos venden que la Navidad es o a de ser feliz. Tengo mis dudas.
¿En que familia no hay sillas vacías a la hora de sentarse a la mesa? Sillas en las que había personas que se fueron para siempre o de hijos que han tenido que marchar en busca de un trabajo digno, después del sacrificio económico de las familias y el pago de los consabidos impuestos, que ahora rentabilizan otros países.
¿En que mesa no falta algún miembro o niño que está con otra familia porque sus padres se han separado?
Todos conocemos o tenemos referencia de hombres y mujeres que se acercan por alimentos a los economatos de Cruz Roja y Cáritas, pero nos quedaríamos boquiabiertos si conociéramos las cifras reales de cuantas personas están en esta situación. ¿Para ellas es feliz la Navidad?
Estos días reflexiono sobre el carisma, la personalidad y el buen corazón del fallecido Nelson Mandela. Nos tendría que servir de modelo.
Es evidente que para mí la Navidad no es sinónimo de felicidad.
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