jueves, 29 de mayo de 2014

Calma

Por Chelo Payá

Mirada  [foto: Paco Pascual]
Cuando era pequeña mi núcleo era la calle, allí estaban mis amiguitas y los juegos (entonces se jugaba allí); de adolescente, por los cambios que notaba en mi cuerpo y que me hacían sentir mayor, los juegos fueron sustituidos por los paseos; de mayor de verdad, todo esto fue sustituido por la casa y el criar a mis hijos. Ahora que parecía que estaba todo hecho y que iba a vivir tranquila, mi núcleo son los hospitales; comienzo a no salir de allí. Quiero pensar que esto no me importa, pero sí…, me importa, me priva de una libertad que deseo.

Me gustaría que mi agenda no existiera, pero ahí está: día 11, Dr. tal; día 15, Dr. cual; día 16, análisis; día 20, podólogo; día 25, traumatólogo; etc., y aún siendo así, pienso que en cada uno de los sitios nombrados se descubren otros mundos donde también es posible ser feliz y hacer felices a los que, como yo, necesitan que llegue alguien para notar, aunque sea levemente, algún cambio en sus vidas ¡simplemente preguntando el nombre! Vaya donde vaya siempre estoy acompañada de personas que necesitan mi apoyo a la vez que yo necesito de su consuelo; son relaciones sencillas pero profundas, ya que en esos sitios el corazón se lleva en la mirada.

Una vez escribí que nos unen lazos invisibles que nos conectan unos a otros. Ahora estos se me han hecho visibles porque los necesito para poder continuar, sin ellos creo que me caería y no sabría como actuar sola.

Estaba pensando en tonterías, pero compruebo que éstas dejan de serlo cuando se cambia de ambiente.

Cuando vamos de boda es inevitable sentirnos seguros, cómodos, guapos con la ropa que llevamos. Donde me encontraba hoy lo más importante era tener a mano una palangana; como se la querían llevar les he pedido, por favor, que la dejasen a mi lado. Hoy, eso tan sencillo, era lo que me daba seguridad.

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