En un corto trayecto que realicé en el bus urbano, la conversación oída entre una mamá joven con su hija me llevó a escribir este relato.
La niña podría ser la marca de cualquier producto infantil, bien de alimentación o de ropa. Tenía una mirada limpia, despierta; su pelo era claro con algunos rizos, eso sí, inquieta como cualquier niño de seis o siete años, más o menos.
Lucía, que así se llamaba la niña, preguntó a Chelo, su madre, cuantos días faltaban para que llegasen los Reyes Magos. Chelo le contestó que todavía faltaban treinta y tantos. Lucía cambió el semblante, decía que eran muchos, que no podía ser. La madre le explicó que primero está la Navidad y después la festividad de los Reyes. Lucía estaba triste, malhumorada. Chelo intentaba hacerle comprender que los días pasan rápido, que no desesperase…
-Mira Lucía, cuando lleguemos a casa vamos a poner una cartulina en tu habitación con los días que faltan hasta la llegada de los Reyes. Tú, todas las noches cuando te hayas puesto el pijama para irte a dormir pondrás una cruz encima del número, así verás que rápido pasan los días.
Le contó que eso mismo lo hacía su abuelo cuando estaba en la “mili”, pero no en una cartulina sino en su gorra, y le recordó aquellas fotos que tanto le hacían reír al ver a su abuelo vestido con el traje de militar y que decía que no era él porque no tenía tripa.
La niña se ilusionó con la propuesta de su madre.
Pero Chelo quería averiguar porque continuaba el malhumor de su hija, a que era debido. Nadie mejor que una madre intuye las inquietudes o preocupaciones de sus hijos.
Le insistió una y otra vez. Lucia no contestaba. Al fin, muy seria, la niña le dijo a su madre:
-Mamá, un día que estuve en casa de los abuelos vi en la tele a una señora que tenía tres niños y que tenía la nevera vacía, que contaba los vasos de leche que le quedaban y miraba si tenía mortadela para todos, y vi que no tenía chuches ni tampoco cereales.
Ahora era Chelo la sorprendida. No la entendía y le preguntó:
-¿Que tiene que ver todo eso con los Reyes?
Lucía con voz temblorosa contestó:
-Mamá, para mi solo quiero un regalo y para esos niños muchas chuches, galletas, leche…, por eso no quiero que tarden los Reyes, porque tienen muy poquito para comer.
Una vez más los niños nos hacen pensar. Son sinceros y sin doblez.
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