jueves, 24 de diciembre de 2015

La estrella (cuento de Navidad 2015)

La nostra benvolguda Chelín ha estat guardonada pel seu conte de Nadal, també enguany i per segona vegada en el mateix concurs. La més sincera enhorabona en primer lloc i el nostre ànim, ferm i encoratjador, per a que continue fent allò que fa tant bé: descriure el que els altres no sabem, mostrar-nos la seua ànima i fer-nos partíceps de les seues sensacions, sentiments i vivències, ajudant-nos així a esbrinar les nostres. Ojalà siga només l'inici d'una llarga llista de reconeixements. Gràcies Chelín!
Bon Nadal a tots!


LA ESTRELLA
Cuento de Navidad 2015
Chelo Payá 

Ahora que ya soy mayor, muy mayor, contaré la historia de una niña que siempre se ha dejado guiar por una estrella. Era una niña privilegiada, era querida.
Empezó a ir al colegio a los cuatro años de edad y aunque ya había vivido tres navidades, en ese momento fue donde empezó a saber del Nacimiento de Jesús, y también de cómo una Estrella había guiado de igual forma a los pastores, que eran los más sencillos, y a los Reyes Magos quienes, por aquel tiempo, eran los más poderosos. ¡Todos llegaron al mismo sitio!..., como todos en este mundo que tenemos un mismo fin. Esa confianza al seguirla la cautivó toda la vida.

Pero ahora, volvamos a su infancia. 
La "Estrella" en 1961

Vivía en un pueblo donde la Navidad estaba muy marcada. Las familias ese día, el día de Navidad, se reunían alrededor de la mesa, más o menos llena de alimentos, pero siempre llena de mucho amor. Aunque su máxima ilusión era la Cabalgata de los Reyes Magos, la fascinaba, la soñaba días enteros, cuando iba con sus padres, no era para buscar a Melchor, a Gaspar, ni tampoco a Baltasar, la niña solo tenía ojos para la Estrella que era llevada por un batidor que subía y bajaba por la calle encabezando la Cabalgata. A Ella, y a solo a Ella, la niña miraba.

Era a Ella a quien, con el corazón encogido por la emoción, pedía sus deseos; era la única que podía conseguir todo lo que soñaba justo igual que en tiempos pasados, concretamente en aquella noche mágica donde, gracias a la confianza depositada en  Ella, todos aquellos que la siguieron pudieron adorar al Rey de los Cielos.
Y así cada año esa niña, esa joven, esa mujer, cada cinco de enero se dejaba llevar por su imaginación y era feliz.
Cuando era pequeña le pedía juguetes, regalos… sin apenas darse cuenta, pedía sueños, ilusiones imaginarias, anhelos de vida, tesoros que solo existían en su cabeza. Cada año se renovaban sus deseos y sin apenas notarlo ya pedía, a su Estrella, ser una buena madre para que sus niños fueran eso: “solo niños”, con todo lo que conlleva una infancia feliz, es decir, sentirse querido al máximo, almacenar recuerdos muy dulces para que se instalen tan hondo en el corazón que hasta que no deje de latir no puedan salir de allí.
Y ahora en los años más alicaídos de su vida, “esa eterna niña” aún no ha dejado de verla, sigue soñando en los días que le quedan para volver en un instante a su infancia, a la inocencia, en una palabra… a la felicidad.
La niña no será nunca una estrella pero eso sí, dentro de millones y millones de años, formará parte de polvo de estrellas.

lunes, 3 de agosto de 2015

Pesares

Por Chelo Payá

¿No sé si decirlo o no? Mi silencio es fruto de un año difícil, tanto material como emocional, ¡y aún estamos a la mitad! No sé lo que me depararan los meses que faltan.

Calma   [foto: Paco Pascual]
En lo material, como solo me incumbe a mí, no le doy mucha importancia, lo verdaderamente importante han sido dos pérdidas familiares de las que es muy difícil recuperarse. Son pérdidas donde el corazón se desploma, se hunde y te hace pensar, más a menudo, en lo frágiles que somos.

Cada día me duele más ver morir a personas que quiero. La tristeza me afecta más, aunque comprenda lo que es la vida, que apenas nacemos ya empezamos a morir, pero cuando son las personas que te han arropado en tu infancia, es otra clase de sensación, es…, como quedarse desnuda en un paisaje completamente desolado, árido, desesperanzador, sin apoyo. He sentido un frio intenso en mi alma, ¡no sé explicarlo mejor!

Una vez leí una frase que decía: “A medida que nos hacemos mayores, vamos arrastrando una gran cantidad de muertos”.

Estos  acontecimientos tan inesperados me han hecho recordar una ranchera que oía cuando era jovencita, y ahora pienso que puede ser cierto aquello que decía:

Te fuiste pronto como los elegidos,
en plena gloria y en plena juventud...

Aunque con la edad que tengo ya no llego a tiempo de que esto se haga realidad en mí.     

viernes, 31 de julio de 2015

Ideas

Por Chelo Payá

Confluencia   [foto: Paco Pascual]
Cada día me cuesta más desarrollar ideas, y es que cuando dejas de hacer cosas se tarda más en volver a los buenos hábitos. Ahora que se me han ocurrido algunas las voy a escribir.

Hoy hemos estado muchos compañeros —no solo los del coro— en una convivencia, en Moraira. Ha sido todo diferente a lo que hago cada día y estoy un poco emocionada y sensible.

El coro, el nuestro, ¡el mío!, hemos cantado cuatro canciones y al comienzo de cada una de ellas nuestro director nos ha dado la nota. ¡Con una sola nota!, solo eso, ya se transmite lo bello, esa delicadeza que existe en la música y que es la que hace gozar los cinco sentidos a la vez. En estos momentos de mi vida estoy descubriendo la cantidad de maravillas que hay en el mundo,  que cuando se meten en el corazón se manifiesta lo felices que podemos ser. En los últimos conciertos he encontrado, en cosas sencillas, como se puede ser mejor.

Hasta aquí la referencia a la jornada cultural, ahora voy con algo más que necesito contar.

En clase, Paco Picó dijo una cosa que  me pareció sería perfecta si la acoplase a mi vida.

En París, al final de cada calle hay un monumento, como colofón, para deleitar la visión. A mí me pareció precioso pensar en que al final de mi vida que no haya un monumento, precisamente, pero sí el saber vivir para que el recuerdo sea tranquilo, tierno, apacible, reposado… También me gustó pensar que al final, no necesariamente la muerte, los últimos años de estar en este mundo fueran bellos para ser ejemplo de serenidad y sosiego a los que comienzan la vida, pues —también se dijo en la clase— que lo que nosotros vemos como final de nuestra ciudad es el comienzo para los que llegan a ella, y por eso no se debe descuidar en nada…, nada.

lunes, 20 de julio de 2015

Inquietudes

Por Chelo Payá 

Travesía   [foto: Paco Pascual]
La última vez que me inyectaron la medicación era un día en el que me hubiese gustado estar en la calle. Tenía un ensayo del coro que, aparte de hacerme ilusión, era muy importante, y allí estaba, pasando el tiempo. El señor que estaba a mi lado dijo que en ese momento tenía que estar en Roma, que todos sus alumnos estaban llegando allí en ese instante. Me di cuenta de la cantidad de cosas que vamos entregando y de cómo la vida te va enseñando a conformarte, a ceder en cosas que nos hacen felices y que no se podrán recuperar. Casi siempre son menesteres del cuerpo, pero cuando las necesidades son del alma todavía es más difícil conseguirlas, y es que aunque creamos que ella no las necesita ¡no es así!, también anhela sueños que no puede tener y aguanta con más paciencia, incluso que el cuerpo, a que lo que espera venga hacia ella.

También pensaba que en nada se debe generalizar, y yo tengo la experiencia de que es así. En sitios donde crees que no te van a hacer caso, te equivocas, la gente es mejor de lo que pensamos. Lo que nos ciega los ojos y nos impacta es lo que más reluce, pero simplemente es porque no miramos otra cosa. Un ejemplo:

En un colegio estaba el profesor anotando sumas en la pizarra: 

1+1= 2    3+2= 5    2+2= 4

En total anotó nueve perfectas y la última fue:

    3+1= 5

Los alumnos, todos sin excepción, lo corrigieron al instante diciéndole que estaba mal, a lo que el profesor les contestó que porque no le habían felicitado por cada una de las que estaban bien.

Esto solemos hacerlo. No estamos educados para ver y valorar la bondad de la gente, nos centramos más en criticar sus defectos que en alabar sus virtudes.

Y es que cuando no se conoce la cosa, no se echa en falta.

viernes, 3 de julio de 2015

Mis cosas

Por Chelo Payá 

Recogimiento  [foto: Paco Pascual]
Cuando paso algún tiempo sin escribir es como si de repente sintiera la necesidad de hacerlo, se me amontonan ideas en la cabeza y necesito decirlas aunque no sean importantes  ni tengan valor, únicamente son mías.

Estos días me encuentro muy vulnerable. Estoy en casa y aun mirando siempre los mismos paisajes hay momentos en los que siento una gran tristeza y en otros una alegría desmedida por el privilegio de poder verlos un día más.

Hoy pensaba que según donde nos encontremos actuamos de una manera u otra; no lo hacemos queriendo, simplemente sin pensar, por eso es por lo que no se debe juzgar a nadie pues no sabemos si nosotros, en ese mismo lugar, actuaríamos de la misma forma.

La experiencia nos enseña a ir cediendo en nuestro comportamiento, a entregarnos a los demás por entero. Si estamos receptivos y con ganas de cambiar llegamos a tiempo a todo, es lo único que nos puede alegrar, y no   nos damos cuenta de ello hasta que no lo hacemos. No debemos preocuparnos por algo que solo existe en nuestra imaginación y que igual no llega nunca.

Esto último que he dicho lo he leído desde que era niña. Mi madre tenía una agenda que me gustaba mirar, escribir y leer, siempre estaba jugando con ella y releyendo las preciosas frases que contenía.

Las diez reglas de Tomás Jefferson

I.-  No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
II.- No emplees a otro en lo que tú mismo puedas hacer.
III.-No gastes tu dinero antes de ganarlo.
IV.- No compres nunca lo que te sea inútil, bajo pretexto de que es barato.
V.-   La vanidad nos cuesta más que el hambre, la sed y el frio.
VI.-  No nos arrepintamos nunca de haber comido poco.
VII.- Nada cansa si se hace de buena voluntad.
VIII.- ¡Cuantos disgustos nos han causado algunas desgracias que nuestra imaginación nos hacía temer y que no han llegado nunca!
IX.- Toma las cosas por el lado bueno.
X.-   Si estás colérico cuenta hasta cien antes de hablar.


(Tomás Jefferson, político estadounidense. 1743 – 1826. Fue el tercer presidente de la República e inauguró la nueva capital:Washington.)

martes, 30 de junio de 2015

Madre

Por Chelo Payá

Hoy hemos ido a acompañar a una amiga por el fallecimiento de su madre. Hemos estado con ella en su última despedida. Hacía tiempo que no estaba en una celebración religiosa y me ha llamado la atención que el evangelio fuera el mismo de la última vez: “Los discípulos de Emaús”. Era como si esos discípulos me dijeran a mí que esté más pendiente de quien está a mi lado, de intentar conocer más a los que tengo a mi alrededor, por lo menos a comprenderlos.

Primor  [foto: Paco Pascual]
Estaba muy atenta, siempre lo he estado… ¡bueno, siempre no!, yo también he pasado el proceso que siguen los que van  a la Iglesia:

   - Estar sentada hablando sin parar con quien está al lado.

   - Estar molesta si, delante o detrás, no dejan de hablar

   - Estar respetuosa y comprensiva con lo que hacen los demás sin darle mayor importancia.

Estaba allí recogida, y por un momento pensé en cuando mi madre murió, y en lo que sentí. Miraba a mi amiga y presentía que su corazón se desgarraba como el mío aquel día.

Viví con ella cuarenta y ocho años y hasta ese día no sentí como se rompía, de verdad, mi cordón umbilical. No se cortó el día de mi nacimiento, sino el día de su muerte. Mirándola me di cuenta que nos unía algo más importante que el vínculo madre-hija.

No solo estuve dentro de ella nueve meses. Solo me relaja pensar que sigo allí.

miércoles, 17 de junio de 2015

Merienda

Por Chelo Payá

Hoy he estado con todos mis hijos, nuera y yernos incluidos, en una celebración y me he dado cuenta que ya no aprenden ellos de mi —o igual sí—, sino lo contrario. Estar con ellos en plan coloquial, tranquilo, es todo un mundo para explorar, se aprende como van cambiando las generaciones y cómo nos enseñan a vivir de manera diferente.

Sin casi darse cuenta hablan de su niñez, de todos sus sinsabores, de sus alegrías, de todo lo vivido juntos, de la íntima comunión que hay entre hermanos, y me hace muy feliz notar que no se ha engendrado ningún rencor, ninguna incomodidad, todo es equilibrio entre ellos. Y es de esto de lo que hoy estoy reflexionando, de que si trabajan la cordialidad cada uno en su casa, al final, como en la música, habrá una armonía perfecta.

Vigía  [foto: Paco Pascual]
Estaban hablando conmigo como si no fuera a pasar nunca nada, como si las enfermedades no tuvieran poder sobre mí, y les hice pensar que sus ojos y su corazón siempre me verán como una madre, todavía llena de vida, con proyectos, ayudando en lo que puedo como cuando eran niños, pero que no se dan cuenta que para sus hijos soy la “iaia”, una persona que ya no se agacha con facilidad a recoger las cosas, que va más despacio por la calle, que necesita más tiempo para hacer sus tareas y que, en contadas ocasiones, se mezcla en sus juegos como no sea cuando hacen puzzles.

Fue un tarde deliciosa. Me dieron una lección de vida, cada uno idéntico a cómo eran de pequeños. Me hicieron saborear todo lo bueno en mí y, con el paso de los años, me están demostrando lo que yo siempre he dicho, que son mis tres obras maestras, lo mejor que he tenido en el mundo.

viernes, 29 de mayo de 2015

Diciembre

Por Chelo Payá 

He estado casi una semana sin escribir, creía que al igual que mi persona cambiarían mis ideas, pero me doy cuenta de que sigo siendo yo.  “Con o sin” nada tiene tanta importancia como seguir viva, sentir emociones, volver a ver el sol, querer ser útil y, como cualquier ser humano, vanagloriarse de que aún hacemos falta a muchas de las personas que nos rodean.

Cuando vives unos días en un hospital te das cuenta que aquél es un mundo aparte y se desarrollan cantidad de sentimientos; allí se tiene que ceder; se dispone de tiempo para pensar, para valorar, para ir puliendo tu interior y para saber pedir perdón cuando se falla. Se hacen amistades que no creías que pudieran ser; te admiten tal como eres en estos momentos y vuelves a sentirte feliz dentro de todos los pesares.

Olas  [foto: Paco Pascual]
En mi cuerpo siento un tropiezo que tengo que volver a superar, sé que no quedaré como antes, y esta vez la recuperación me asusta más;  sé que será más evidente a los ojos de los demás, pero pienso que en el día a día será más fácil de lo que lo es, ahora, imaginándolo.

Mi presentimiento se ha convertido en realidad, cuando hoy me han dicho el proceso que debo seguir para mi enfermedad, la que se ha desmoronado ha sido mi hija que me ha acompañado, no daba crédito a lo que estaba escuchando; también sé que los otros dos, sin estar presentes, en silencio, en la distancia, estaban conmigo, he notado su tristeza en mi corazón; en esos momentos los tres estaban conectados, ¡eran uno!

Ahora es el momento de poner la máquina en marcha, esa máquina invisible que nos hace pensar en positivo mientras respiramos. No sé si lo sabré hacer, algún botón se me olvidará apretar.

Voy a pensar, reflexionar, comprender y asimilar hasta la saciedad, que estamos de paso en este mundo y que en el momento menos esperado deberemos vivir nuestra última hora.

martes, 12 de mayo de 2015

Resignación

Por Chelo Payá

Ya estoy ingresada. Estoy sola en el trozo de habitación que me corresponde; ya se ha marchado mi marido, tiene que venir pronto mañana porque voy a ser la primera a la que operen; es una suerte, no me va a dar tiempo a nada.

Quietud  [foto: Paco Pascual]
Esta tarde cuando lo preparaba todo, lo que tenía que llevarme y lo que no, sin quererlo he hecho balance y ya no hay nada negativo. Como hace dos años, en la otra operación, me he despedido de todas las vecinas y llevo conmigo el montón de cariño que tenían reservado para mí.     He hecho lo que tenía que hacer hasta el último minuto. El trabajo final ha sido mi favorito, el ir al colegio a recoger a mi nieto y acompañarlo a su clase de música, darle la merienda por la calle y mirarlo, hablarle, escuchar y aprender del más pequeño que tengo, aunque este título en tan solo quince días se le habrá escapado ya que llega otro nieto que será mi cuarta bendición. Cuando los médicos decidieron operarme solo lo sentí por tener que dejar de ocuparme  de él, está en casa desde los cuatro meses y ha sido el trabajo que más me ha gustado realizar y el que me ha dado mayor satisfacción. Me entristeció tanto que lo comenté con una amiga, está me animó diciéndome que aunque tuviese que comer unos días en el colegio no tenía de que preocuparme, porque para él tampoco sería un tropiezo muy grande, solo algo inesperado como lo ha sido para todos.

Al salir de casa me ha gustado que el “tiempo” supiese donde me iba. Estaba nublado, el cielo quería llorar pero solo han sido unas gotitas como lágrimas de despedida…, él me ha dado un ejemplo de fortaleza. Me gustan estos días grises, tristes; había montones de hojas en las aceras y en los rincones verdaderas montañas y se percibía un olor especial,  todo invitaba a pasear. A mi nieto le gusta pisar la hojarasca y oír ese ruido seco, pero dulce y agradable a los oídos.

Ya me voy a meter en la cama, seguro que mañana no escribo, veremos cuando lo hago. ¡Suerte!

domingo, 3 de mayo de 2015

Miedo

Por Chelo Payá

Estoy retrocediendo en todo lo que he ido afirmando.

Multicolor  [foto: Paco Pascual]
Hoy tengo una soledad y una tristeza inmensas, en mi cuerpo y en mi alma. Se me nubla todo, no sé qué hacer; mi cabeza solo piensa en lo que voy a abandonar y ya no tendré más; toda la vida ha estado conmigo y aunque mi figura, por la edad, cambie a menos, nunca pensé que la mutilarían. ¡Me da miedo!, ese miedo frio que atenaza todas las articulaciones de mi persona. 

Estoy en el hospital donde me están haciendo pruebas y no sé de dónde sacar fuerzas, no sé cómo aferrarme a la vida para que todos me vean igual como he sido siempre; si me desmorono me llevo por delante a mis hijos y a cantidad de personas, pero la verdad es que no puedo más, estoy al límite.

Estos días prefiero estar sola, solo así puedo llorar y hay muchos momentos que lo necesito. Me están poniendo a prueba y ahora, y solo ahora, sé que hay súper-personas y otras que somos más débiles. Reflexionando me doy cuenta de cómo soy y no sé qué opción escoger, la de seguir afrontándolo todo o la de meter la cabeza en mi caparazón y no sacarla ni para lo bueno ni para lo malo.

En la vida, si las cosas te vienen de improviso como a mí ahora, es casi mejor, porque aunque parezcamos fuertes retrocedemos siempre ante el sufrimiento. Y doy gracias por ser yo la que estoy en esta situación y no mis hijos y nietos, porque seguro que estaría en peores condiciones.

jueves, 30 de abril de 2015

Carta abierta

Por Chelo Muntó

Querida Georgina: Nos has dejado y esto ha sido un duro golpe para los que te conocemos. Es difícil asimilar que, una persona tan activa y resolutiva en tus decisiones, haya podido dejarnos. 

Te has dedicado siempre con ímpetu a tu trabajo, en el que tanto disfrutabas. Dejas una gran labor detrás de ti, y de ese fruto nos hemos beneficiado todos, pues tú has sido “alma y vida” de la Sénior, y con tu vehemencia has sabido transmitirnos entusiasmo. Verte entrar en clase, anunciando alguna excursión o acto académico, nos hacía querer participar en todo. Siempre nos decías que éramos parte de la Universidad, y lo decías con tanta seguridad que lo creíamos, de verdad. Ha sido una suerte estar junto a ti y participar en los actos lúdicos que nos organizabas. Fue un tiempo feliz del que disfrutamos plenamente.

Coincidimos en la Archicofradía de la Virgen de los Lirios, por la que tanto trabajaste. Tu capacidad te hacía encontrar huecos para desarrollar, no solo tú cometido, sino para echarme una mano en lo referente a la informática, incluso a horas intempestivas. Siempre te he estado agradecida, pero ahora te digo de nuevo gracias, muchas gracias.

En todo lo que has participado puedes decir eso de: “misión cumplida”.

Georgina, nos dejas un vacío enorme, pero un imborrable recuerdo que nos acompañará en adelante.

Descansa en paz querida Georgina.   

miércoles, 1 de abril de 2015

In memoriam

Por Laura Botella

De un tiempo a esta parte he estado apática, sin ganas de colocarme ante una cuartilla para plasmar ideas, sentimientos o…, vete tú a saber. Ha tenido que ocurrir el fallecimiento de la directora de la EPSA, Georgina Blanes (q.e.p.d.) para que me ponga a escribir.

Cuando me matriculé en septiembre del 2008, en la Sénior, la conocí y vi a una mujer activa, luchadora, llena de empatía con los alumnos jóvenes y con todos nosotros. A través de las conversaciones personales con ella, se me fueron confirmando las apreciaciones iniciales sobre su carácter. Nunca ponía pegas a nada, todo lo contrario, daba facilidades. Su despacho era una montaña de papeles y su teléfono un continuo sonar, pero ahí estaba para atender y manifestar su ayuda. Fue la impulsora de la Sénior y nunca le estaremos lo suficientemente agradecidos a este proyecto que ella creó.

*****

Problemas de salud insalvables te han llevado con el Padre, allí estarás con muchos conocidos que ya se fueron. Estoy segura de que cuando hayas descansado un tiempo, no mucho, pues eras una polvorilla, organizarás cualquier cosa, con tu poder de convocatoria, para estar entretenidos.

Has dejado un gran vacío en los colectivos en los que estabas presente y tu recuerdo perdurará. En mi corazón siempre estará tu felicitación, por una lectura colectiva de la Sénior, en la que me dijiste que llegué a emocionarte.

Descansa en paz.

Siempre estarás con nosotros.

domingo, 29 de marzo de 2015

Espíritu, materia

Por Chelo Payá

Hoy ha sido un día en el que me he sentido como los camaleones; no iba cambiando de color según el paisaje, iba cambiando de estado de ánimo según las circunstancias. Ahora, analizándolo, sé que no he fingido en ninguna situación, y me asombro de cómo las personas nos adaptamos a todas las cosas que puedan venir, en segundos. 

Esta semana ha habido un fallecimiento muy penoso, puedo y me atrevo a decir, que para la mayoría de alcoyanos, el de la Directora de Campus de Alcoy de la UPV, también quien instituyó la Universidad Sénior, Georgina Blanes Nadal, una persona a la que yo conocía desde que era una niña…, y que ya no está entre nosotros.

Esta mañana ha sido el funeral y he asistido triste, apenada, pensando en ella cada segundo. Estaba recogida, atenta a las oraciones, oyendo lo que decía el sacerdote, y se me han quedado algunas cosas:

Que en este mundo lo que vemos desaparece, pero lo que no vemos, no, y yo, como siempre, lo he adaptado a mis vivencias; cuando una persona sufre y lo demuestra, eso se ve, pero nunca sabrá lo que puedo sufrir por ella, porque eso no se ve.

También ha sido muy emotivo cuando han dicho que su nombre, Georgina, significada labradora y que a lo largo de su vida ha hecho honor a él, ha labrado amor por donde ha pasado y antes de marchar ha recogido su cosecha, porque todos los que la rodeaban la querían, pero ¡no toda!, porque seguirá recogiendo con el amor y las oraciones de quienes la recordemos.

Cuando ha terminado el funeral me he sentido de otra manera. Iba a un concierto, un concierto especial: Domingo de Ramos, Corporació Musical La Primitiva d’Alcoi, director Àngel Lluís Ferrando Morales; mi profesor de música, del coro, y de todo lo que yo quiera aprender, porque me da lecciones de una paciencia infinita, de mucha tolerancia, de…, de cantidad de cosas. Estaba allí, viéndolo dirigir, muy contenta, y pensaba en cómo mi corazón puede cambiar de sentimientos en pocos minutos, de ser tan extremado para estar en el cielo y bajar a la tierra, sin pensar.

En ninguno de los dos sitios he estado aparentando lo que no era, ni el dolor antes, ni la alegría después, no he simulado nada.

He reflexionado sobre mi nombre: Consuelo, y ojalá que los que hablen conmigo, agobiados, puedan decir que han sido consolados. ¡Qué tarea más difícil!   

martes, 24 de febrero de 2015

Visión

Por Chelo Payá

Cuando tenía quince años comencé a reflexionar en cómo se quedaría el mundo sin mí. Íbamos a pasear a la Glorieta y allí los jóvenes dábamos vueltas y vueltas aprovechando su forma redondeada. Era divertido. Cuando no veías al que te gustaba dabas la vuelta al contrario, y solo así controlábamos a todos. Si mis amigas querían ir a los aseos yo no entraba, me quedaba en la puerta y miraba. Era entonces, en ese momento, cuando me daba cuenta que solo me había parado yo; todos los demás seguían paseando; todos continuaban haciendo lo mismo menos yo y de ese modo comprendí lo que era la vida y la muerte.

Unión  [foto: Paco Pascual]
Cuando llegamos a este mundo estamos tan indefensos, tan tranquilos con los padres, que solo ellos nos hacen falta, por eso comenzamos a vivir contentos y felices (siempre con excepciones, como en todo), pero cuando tenemos que dejarlo nos sentimos de diferente manera. Si seguimos con la mente clara aceptamos como va llegando el final, si no por una cosa por otra, aunque estoy convencida que si nos dieran a elegir no nos gusta de ninguna manera; estamos tan enganchados a la vida como las agujas en un acerico.
Mi padre me decía que no tuviera miedo, que todo formaba parte de la vida, y me aconsejaba que según fuera cumpliendo años mirara mi cuerpo y lo comparara con una flor viendo los cambios que ella experimenta, y que yo sola comprendería como nos vamos marchitando y deshojando…, que no hay vuelta atrás.

Cada día vienen a mi mente mis padres, mis abuelos, todos mis antepasados…, y esa tranquilidad, ese convencimiento de que todos han tenido, para cambiar de estado, como un trabajo que se tiene que hacer y que nadie lo puede hacer por ti. Mientras viven los padres no te sientes nunca sola.