Por Chelo Payá
(27 marzo 2016)
Entramado [foto: Paco Pascual] |
Es una de esas tardes mías, mías y de
nadie más, esos momentos en que si alguien me observara creería que solo pienso
en mí y es todo lo contrario, son los
demás quienes llena mi cabeza.
Esta
mañana he ido a misa, era el aniversario de la muerte de nuestra
amiga, compañera, directora: Georgina Blanes. Es impensable
como ha transcurrido el tiempo,
y no es porque los minutos
hayan tenido menos segundos, el
tiempo siempre es exacto. Allí me han dado una noticia muy triste: un compañero
de clase hace meses que no está bien,
mejor dicho, está mal; lo estoy
comparando con una amiga que también
está pasando una
época muy difícil. A raíz de
esto me he sumergido en ideas y
pensamientos de cómo vamos siendo elegidos al azar.
Recordaba cuando era pequeña e iba con mis padres a merendar al campo; lo primero que hacía era coger florecitas silvestres y
no sé lo que pasaría por mi cabeza para
elegir unas y no otras. Las amapolas, por ejemplo, eran
mis preferidas y, aun sabiendo
que al cogerlas se marchitaban al
momento, no dejaba de hacerlo, una por grande, otra por bonita, las cogía
sin más; las margaritas, esas pequeñitas
que nacen en todas partes,
también me gustaban
mucho y aun
me siguen gustando cuando
por casualidad las veo. ¡Ahora ya
no las cojo! pero entonces las miraba y decía ... ¡esa!,
e iba haciendo el ramillete a mi gusto
sin pensar un
solo momento en
ellas, en si
querían ser arrebatadas de la
tierra o no.
Pienso
que igual puede pasar
con las enfermedades, no se nos elige por nada concreto, solo es que tu
cuerpo pregunta: ¿es a mí?, y sin saber ni cómo ni cuándo ni tampoco el porqué,
te responden... ¡sí!, sin consultarte, tampoco,
si quieres que te arrebaten ya de
la Tierra, como a las flores.
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