martes, 24 de octubre de 2017

Los cinco sentidos



Por Chelo Payá                                                                  
(10 octubre 2015)

Algazara [foto: Paco Pascual]
            No sé cómo los escritores tienen unas horas marcadas y escriben, escriben…, no comprendo como lo hacen. Hay días que para mí el papel es inviolable, no sé qué decirle, en cambio cuando se me amontonan ideas me parece pequeño el bloc (en eso se nota que no es mi oficio).

            Supongo que seguiré siendo la misma siempre, no se corregir mi manera de actuar, y es que las cosas que se han hecho habituales no las puedo separar de mí, es como si estuvieran pegadas a mi piel.

            En una clase de Isabel Valenciano, en la universidad, se dijo que cada día teníamos que complacer a nuestros cinco sentidos para sentirnos mejor al final del mismo. A mí me gustó la idea, la puse en práctica y vi que el resultado era evidente: por la noche me sentía más relajada. Y es que las cosas que me van bien las digo, no me gusta quedármelas para mí.

Vista:            En un cuadro de corcho, en la habitación donde suelo pasar                            mucho tiempo, puse fotos de mis padres, mis abuelos, de mis                         hijos, de mi infancia…, todas las que, mirándolas, me traen  recuerdos de días felices.

Oído:             Me gusta oír música clásica, romántica…, según mi estado de                          ánimo.

Gusto:           Comer un trocito de chocolate, ¡eso es preciso!

Olfato:          Por la noche            , para relajarme, me froto y masajeo los pies con                         una crema de huele deliciosamente.

Tacto:            Me gusta abrazar a las personas que quiero.

            Y así cada día.        

            He ido cambiando cosas pero no dejando de hacerlas. Ahora, cuando tengo cerca a mis nietos, lo tengo todo incluido: mirarlos, olerlos, acariciarlos, oír todo lo que dicen; es un placer que no conocía y que no cambiaría por nada. El día que los tengo mis cinco sentidos están cubiertos, y aprovecho todos los minutos en su compañía para conservarlo todo e ir desmenuzándolo, y así enriquecerme para esos días en que no los puedo disfrutar.

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