Por Chelo Payá
(12
mayo 2016)
Manar [foto: Paco Pascual] |
Silvia
Peña Trio. Silvia, voz; Lucas,
guitarra manouche; Amadeu,
contrabajo, y Nelson, batería.
Acabo
de entrar en el local (Cafetería Casablanca) y ya se ha paralizado el mundo que
dejo fuera.
Hoy ha sido un día de emociones
fuertes. En el taller de lectura, se han leído una selección de escritos míos y
me ha emocionado oír las voces de mis compañeros leyendo sentimientos y
vivencias que yo he escrito. Y como remate del día: jazz.
Cuando hay una o un cantante, el
concierto me parece más sinuoso. Ellas, las cantantes, no se mueven
exageradamente, pero hasta en las pestañas llevan el ritmo. Las cantantes de
jazz no son espectaculares, pero son “divinas” tal y como es el jazz.
El francés es hoy el idioma de todas
las canciones y, desde luego, es un
concierto que homenajea al amor; es Francia lo que mi cuerpo siente. No he
estado nunca cerca del Sena pero aquí y ahora noto su humedad, su olor, su
tibieza. He venido ya once veces y no podría elegir una, pero esta me ha
revuelto el alma; aquí he comprendido lo que escuche una vez: que el inglés era
el idioma de los negocios, el español era para hablar con Dios, y que el
francés era para hablar del amor. La verdad es que hasta los susurros, en francés,
suenan diferentes.
Está sonando una canción que cuando
llegue al cielo sé que escucharé: Siracusa. En otra de las canciones había una
pregunta: ¿Qué queda de nuestros amores?, como me gustaría saber la respuesta.
Ahora suena una bossa nova… ¡ya estoy en Brasil! ¡No cambiaría esta noche por
nada!
En una de las baladas la cantante ha
comenzado recitando y, aunque no entendía lo que decía, su voz era tan dulce y
delicada que me sentía invadida, asaltada, y
cuando los instrumentos han iniciado la melodía ha sido la culminación ¡precioso!
La canción era: “Hojas muertas”.
Nunca había oído una guitarra igual, cuando
hacía un solo era inevitable el estremecimiento, y en ese instante no quería
respirar. El baterista hoy solo usa las escobillas. ¿Y el contrabajo?, sin él
no puede haber jazz, porque es un soporte imprescindible para los demás y para
los oídos; hoy sí lo he escuchado con arco… ¡por fin! Es todo tan romántico que
no cabe nada más.
Todo se termina, ya está sonando la última
canción; es igual que cuando no queremos despertar y amanece. Hoy ha sido un
regalo para mí, estoy aquí y cierro los ojos, y cuando en casa voy a dormir los
tengo abiertos, recordando. Cada día me acuesto y sueño, pero cada quince días
mis sueños se hacen realidad.
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