martes, 24 de octubre de 2017

Pensamientos..., reflexiones...



Por Chelo Payá        
(19 octubre 2015)

Contemplación [foto: Paco Pascual]
            El haber ido a la universidad, (no me refiero de jovencita, sino con 58 años) fue una elección perfecta, me ha abierto la mente de una manera que no imaginaba; creo que es lo que me ha hecho saber analizar, con detallada precisión, lo que es la vida;  esos momentos  que por ser insignificantes se les escapan a muchas personas, a mí me parecen enormes, de un valor incalculable, de una importancia vital.
            He reflexionado mucho y he comprendido que haber nacido es un regalo precioso, y que tan maravilloso es el amanecer como el ocaso.
            Tengo la certeza de que ejercitaré cada día que me quede de vida la manera de respectar a las personas que me rodean, no queriendo imponerme a nadie, porque todo lo que nos hace sufrir es sinónimo de que no tiene importancia, lo verdaderamente importante no quita el sueño, al contrario de paz.
            Todo es más sencillo de lo que pensamos y solo cuando encontramos calma, sosiego, reposo en nuestro interior, reaccionamos como se espera de nosotros; solo entonces nos sentimos realizados.
            Para mí todo esto supone un esfuerzo muy grande, porque nuestro ego cuesta mucho colocarlo a ras de suelo, pero, como mínimo, lo debemos intentar.
            Ahora, cuando nos comparamos con una foto del tiempo en que éramos niños, el cambio que percibimos es impresionante, ¡y nos hemos mirado al espejo todos los días, sin percibir ninguna alteración contundente!, ¡y han pasado 69 años! Si todos los días mirásemos nuestro interior y lo cultiváramos, no sería necesario preguntarnos si todo está en perfecta armonía, nos pasaría como con el espejo, sin darnos cuenta corregiríamos todas las asperezas  que percibiéramos en nuestro foro interno.

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