Por Chelo Payá
(19 abril 2016)
Granar [foto: Paco Pascual] |
Cada
día tengo los
miembros de mi
cuerpo más viejos
y comprendo que cuando alguno
sufre los demás lo acompañan ya que hace setenta
años que están juntos
y no quieren
que el que
está enfermo se sienta solo, todo
va como en cadena.
Pienso
que ante lo inevitable no debo
poner trabas, al contrario, debo
facilitar todo lo que
pueda en actitud y predisposición, y solo pensar
en ello
en los momentos
precisos, solo así ni
sufro ni hago sufrir;
aunque también son
inevitables esos instantes
en que la fortaleza
se derrumba un poco,
y es entonces, al
sentirme tan mal, cuando comprendo que no es ese el camino, y vuelvo corriendo a lo que he visto siempre
en mis mayores, a relajarme y a aceptar.
El tiempo corre igual cuando te gustaría pararlo o cuando ves que se te escapa. Todo llega y
todo, a la vez, pasa.
Estoy esperando que venga a por mí, me
refiero a que me lleven a hacerme la prueba y no estoy nerviosa, mi compañera sí lo está, yo solo estoy
magullada de esperar; hemos sido las
últimas y tenemos el sillón metido en el cuerpo. Todos dicen que es un día
perfecto para lo que nos van a hacer. Hoy, 19 de abril, es la fiesta de la Virgen del Milagro, "La Mareta de Cocentaina", y en eso
debemos pensar, en que nos ayudará a salir de esta como lo haría nuestra madre, si pudiera.
¡Ya ha pasado! Ya estoy de vuelta a
casa, vuelvo a mirar, a sentir, a vivir otra vez con todas mis cosas, con todo lo que me ata, con todo
lo que, en circunstancias normales, no
quiero que nadie me
toque. La realidad es que
cuando se sale de casa se prescinde ya
de todo.
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