Por Chelo
Payá
(26
noviembre 2015)
Hay
veces que la misma educación te hace elegir entre un camino y otro, y ahora, a
estas alturas de la vida, te das cuenta que seas como seas no hay nada malo,
simplemente hay ubicaciones que no están entre tus prioridades, y sientes en el
fondo de tu ser que en la vida te han faltado muchas cosas cuando por
casualidad las conoces.
Ahora
estoy en otro mundo y está cerca de donde vivo. Tengo sesenta y nueve años y es
como comenzar a nacer; estoy descubriendo situaciones que no tienen nada que
ver con lo que he vivido hasta ahora, ni mejores ni peores… ¡diferentes! Tengo
la sensación, en este momento, de estar en un barrio de New York y solo estoy a
cincuenta metros de mi casa. Pienso que jueves anteriores yo estaba durmiendo y
los demás viviendo a tope.
Equilibrio [foto: Paco Pascual] |
Yo
pensaba que en el jazz un saxo era preciso ¡he ahí mi ignorancia! Hoy he
saboreado como una guitarra, un violín y un chelo sacaban acordes preciosos. En
el jazz no se pide atención y la gente la presta; no se exige nada y se da
todo.
Ha
entrado una amiga y nos ha dicho:
— ¡No
os perdéis nada!
Nada
más diferente a la realidad en mí, ¿Cuántas cosas me he perdido?
Hoy,
26 de noviembre, hace un año que me operaron y mi primer aniversario ha sido
extraordinario. Cuando me he levantado esta mañana no imaginé que lo pasaría
tan bien, no se debe tirar por la borda nada, aún hay tiempo para todo. Hoy mis
cinco sentidos están siendo alimentados en extremo. He comenzado con el taller
de lectura, después he cenado patatas fritas y un huevo frito –mi manjar
favorito-, y después, como colofón, estoy en una cafetería oyendo un concierto
de jazz que me ha cambiado el cuerpo; esa discreción mía se ha convertido en
que toda mi sensualidad la tengo a flor de piel, mis deseos más ocultos, esos
que yo creía que estaban encerrados con siete llaves, salen a la luz como
cadáveres saliendo a flote… (¡Me estoy pasando!), lo veo y siento todo con los
ojos cerrados, y no estoy dormida.
Hoy
he visto claro por qué una regresa a casa a las tres de la madrugada:
— ¡Yo
de aquí no me muevo mientras alguien toque y cante… o hasta que me echen!
— ¿Se
nota que me ha gustado verdad?
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