sábado, 21 de octubre de 2017

Cuarto día de Jazz




Por Chelo Payá  
(04 febrero 2016)
         
Colaboración (foto: Paco Pascual)
 Jueves, día central de la semana y ahora día también importante en mi vida. ¡Deseo que llegue!
         Otro día de jazz, hoy me habían vaticinado que sería espectacular y no me han engañado. En cada concierto descubro cosas diferentes, en éste me he encontrado a mí misma; no sentía sombras acechándome, aquí no me persiguen, me siento libre, no finjo nada que no quiera, es como si mi interior, al entrar aquí, se desnudara (aunque al salir se vuelva a vestir).
         Era un homenaje a Billie Holiday, con Ramón Cardo Trio y la solista Eva Romero. Ella tenía una voz sinuosa, grave, con unos cambios de altura espectaculares y a la vez con un ritmo impresionante. En una de las canciones ha comenzado con unos chasquidos muy suaves, con los dedos, subiendo de tono hasta dar comienzo todos juntos.
         En cada una de las canciones explicaba el estado de ánimo que Billie tenía cuando la cantaba, y me ha gustado una de las reflexiones: “No le agradaba cantar lo que cantaban todos —decía—, para eso se callaba”. Al mencionar parte de su biografía me he estremecido, se ha dicho que en su vida sufrió toda clase de vejaciones y aun así cantó como los ángeles hasta la muerte.
         Observaba también que cuando un músico está tocando, los demás lo miran extasiados, no hay ningún amago de indiferencia, se arropan con los ojos, la atención de todos está en él. Sigo diciendo que estoy en otro mundo inexistente para muchos, pero lleno de vida para otros.
         En la primera canción he tenido la sensación de ver a Marilyn Monroe en el escenario, cuando terminaba las frases con una voz tan sugerente y esa manera única, tan sensual, de mover las manos y el cuerpo.
         No me las doy de entendida, pero cuando suena el saxo y se arremolina contra el mismo (esa es mi debilidad), saca unos acordes que ni un milímetro de mi piel queda sin estremecerse, toda ella sueña que la acarician esas notas.
         Hoy la guitarra era dulce cuando hacía solos, pero muy intrépida con las vibraciones. Junto a la solista han interpretado: “Es mi hombre”. Ha sido muy bonito.
         También se ha explicado que Billie se enamoró de un saxofonista, y que un día, en el escenario, interpretaron una canción los dos — ¡al igual que hoy, solista y saxo! —, como dos amantes, embelesados uno del otro, con amor, pasión, lamentos, deseos incontrolados…, y lo han interpretado a la perfección. Para mi es el único instrumento que habla…, a los sentidos.
         Todos tenían partituras pero no las miraban, no las necesitaban, cada uno estaba conectado por unos lazos invisibles que unen instrumento, manos y corazón.
         Termino con dos palabras que marcaron la vida de Billie: hambre y amor.

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