Por Chelo Payá
(04
febrero 2016)
Colaboración (foto: Paco Pascual) |
Jueves,
día central de la semana y ahora día también importante en mi vida. ¡Deseo que
llegue!
Otro
día de jazz, hoy me habían vaticinado que sería espectacular y no me han
engañado. En cada concierto descubro cosas diferentes, en éste me he encontrado
a mí misma; no sentía sombras acechándome, aquí no me persiguen, me siento
libre, no finjo nada que no quiera, es como si mi interior, al entrar aquí, se
desnudara (aunque al salir se vuelva a vestir).
Era un
homenaje a Billie Holiday, con Ramón Cardo Trio y la solista Eva Romero. Ella
tenía una voz sinuosa, grave, con unos cambios de altura espectaculares y a la
vez con un ritmo impresionante. En una de las canciones ha comenzado con unos
chasquidos muy suaves, con los dedos, subiendo de tono hasta dar comienzo todos
juntos.
En
cada una de las canciones explicaba el estado de ánimo que Billie tenía cuando
la cantaba, y me ha gustado una de las reflexiones: “No le agradaba cantar lo
que cantaban todos —decía—, para eso se callaba”. Al mencionar parte de su
biografía me he estremecido, se ha dicho que en su vida sufrió toda clase de
vejaciones y aun así cantó como los ángeles hasta la muerte.
Observaba
también que cuando un músico está tocando, los demás lo miran extasiados, no
hay ningún amago de indiferencia, se arropan con los ojos, la atención de todos
está en él. Sigo diciendo que estoy en otro mundo inexistente para muchos, pero
lleno de vida para otros.
En la
primera canción he tenido la sensación de ver a Marilyn Monroe en el escenario,
cuando terminaba las frases con una voz tan sugerente y esa manera única, tan
sensual, de mover las manos y el cuerpo.
No me
las doy de entendida, pero cuando suena el saxo y se arremolina contra el mismo
(esa es mi debilidad), saca unos acordes que ni un milímetro de mi piel queda
sin estremecerse, toda ella sueña que la acarician esas notas.
Hoy la
guitarra era dulce cuando hacía solos, pero muy intrépida con las vibraciones.
Junto a la solista han interpretado: “Es mi hombre”. Ha sido muy bonito.
También
se ha explicado que Billie se enamoró de un saxofonista, y que un día, en el
escenario, interpretaron una canción los dos — ¡al igual que hoy, solista y
saxo! —, como dos amantes, embelesados uno del otro, con amor, pasión,
lamentos, deseos incontrolados…, y lo han interpretado a la perfección. Para mi
es el único instrumento que habla…, a los sentidos.
Todos
tenían partituras pero no las miraban, no las necesitaban, cada uno estaba
conectado por unos lazos invisibles que unen instrumento, manos y corazón.
Termino
con dos palabras que marcaron la vida de Billie: hambre y amor.
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