Por Chelo Payá
(31 marzo 2016)
CHET
BAKER TRIO: Oscar, contrabajo; Jaume, guitarra; Fede, trompeta. Los tres
componentes del conjunto tienen un currículo,
en la música, impresionante.
El jazz:
cuando más lo
escucho más me gusta,
es como otra forma de vida.
Hoy lo nuevo para mí es la trompeta (también es la
estrella), aunque el contrabajo, como
siempre, lo llevo dentro de mí
con su sonido tan grave.
Hoy los tres músicos me parecen esos
muñequitos de los salpicaderos de los
coches que con el movimiento del mismo mueven la cabecita diciendo: "sí y
no". Hoy el ritmo lo llevan con la cabeza.
El tercer tema ha sido dulce, melodioso, y me extrañaba que la trompeta fuera suave como la seda, con lo
estrepitosa que puede ser cuando quiere pedir atención; también la
guitarra nos recordaba donde estábamos ¡en un
concierto maravilloso! Ese
ritmo tan cadencioso invitaba a la ensoñación, a mí me hacía pensar en una habitación en penumbra, media adormilada y soñando como acariciar el cielo con las manos.
En
el final del cuarto
tema el sonido
de la trompeta
ha ido descendiendo hasta casi no
oírse, ¡ha sido espectacular!
En el intermedio el contrabajista ha
cogido el arco. No lo he oído nunca así. ¡Me ha engañado!, solo era para
afinar.
No pongo títulos porque son todos en inglés y no se escribirlos. La música es
un lenguaje y cada día estoy más contenta
de entenderlo, como mínimo se escucharlo, que ya es un logro.
La respiración del trompetista me da la sensación que debe ser como la de un
buceador. El diafragma, él sí sabe
utilizarlo; cuando crees que no
va a poder más... aún continúa.
La que suena ahora es una balada
preciosa ¡verdaderamente preciosa!
Hoy tiene partituras, pero tocan con
los ojos cerrados.
En casa, los jueves por la mañana los dedicamos a comprar cosas materiales que
hacen falta para alimentar el cuerpo; horas más tarde es cuando sustento mi
alma que la tenía desnutrida, porque no sabía qué clase de vitaminas necesitaba.
Evanescencia [foto: Paco Pascual] |
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