Por Chelo Payá
(18
febrero 2016)
Cotidianidad [foto: Paco Pascual] |
Dicen
que no hay quinto malo. Esta es una expresión implícita en las corridas de
toros que yo he acoplado aquí porque mi quinto día ha sido espectacular,
actuaban Tributo a Grappelli Trio.
Hoy
era solo cuerda y mi percepción del sitio donde creía encontrarme era la de un
campamento zíngaro por su manera de moverse y ese sonido embaucador de alturas
y descensos impresionantes.
La
mano del guitarrista no se movía con tanta insistencia como otras veces, hoy
más bien todos los dedos eran como una púa que, al moverse, se te metía como
una daga en el corazón.
El
contrabajo también era una delicia, no sé cómo hacía sonar esas cuatro cuerdas;
a mis ojos les molestaba hasta parpadear porque no querían dejar de mirar sus
manos.
¡Y
ahora el violín! Dicen que quien lo toca a la perfección es porque ha hecho un pacto con el diablo ya
que es su instrumento, y hoy verdaderamente me daba cuenta que, cuando el
violinista bajaba del escenario y se mezclaba con los asistentes, era tan
sugerente tener el sonido tan cerca del oído que invitaba a recrearse con
pensamientos que cuando no se oye rechazas.
En
estos conciertos me he dado cuenta de la diferencia abismal que hay entre unas
personas y otras ya que, aun tocando un mismo instrumento, cada una interpreta
según su manera de ser, de sus manos, de sus sentimientos, de su fuerza, de su
pasión o de su delicadeza; la sensibilidad siempre es comprendida de forma
diferente.
Hoy,
cuando la música cesaba un solo segundo, venían a mi mente palabras de amor. El
silencio era cadencioso, dulce, suave…
Ha
habido un momento en el que se mezclaban los sonidos de las diferentes cuerdas;
quería separarlos y no podía; son esos momentos en que no concibes como se
producen esos sonidos y, casi sin pensar, aplaudes. En el jazz hacen falta esos
aplausos porque también es música conectada con ellos.
Por
circunstancias hoy he llegado un poco tarde pero solo por oír: “El tiempo
pasará”, de Casablanca, ha valido la pena.
Una
anécdota: hoy yo oía una batería que no existía.
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